El Salmo 150 convoca una alabanza universal: «¡Alabado a Dios en su santuario; alabarlo en la magnificencia de su cielo!» No hay lugar donde Dios no merezca la gloria: en el templo, en el secreto de la casa, en el tráfico de la ciudad o en la cima del cielo. Cualquier instrumento, cada que respira, está llamado a exaltar al Señor. Alabanza Dios no es solo un acto litúrgico, es una actitud permanente, un reconocimiento de su grandeza en todos los rincones del universo. Donde hay vida, debe haber alabanza. ¡Aleluya! 20 de julio de 2025.
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